Jaula

La Exploradora se irá mañana y nosotros nos iremos con ella.
Nos ha asegurado que no quebranta ninguna norma y que podremos probar en algún otro mundo-universo si no nos adaptamos al suyo.

Apareció de la nada atravesando un vórtice en el calinoso aire del patio trasero-aseo comunitario del albergue precedida por satélites que volaron rápidamente hacia el cielo y rodeada de otros tantos de menor tamaño.
Más tarde supimos que escogió aparecer en el lugar habitado donde menos probabilidades tenía de ser observada. Se puede decir que lo calculó bien porque solo Paula y yo fuimos testigos de su llegada y eso es un éxito en una superpoblada ciudad que nunca duerme del todo.

Nos iremos con ella.
Tenemos que irnos. Salir de esta jaula de cemento y humo en que se ha convertido nuestro planeta. Sabíamos que estábamos mal, pero no veíamos alternativas antes de la llegada de esta mujer joven con ojos llenos de mundos.

Las diferencias entre nuestra Tierra y la suya son muy profundas para unos motivos aparentemente tan pequeños que son más una cuestión de grado. Algún hecho provocado o fortuito, un par de leyes y tratados, algunos líderes revolucionarios que no llegaron a existir. Esto fue bastante para que todo sea tan distinto.
Todo se resume en una frase: la regla de oro. “Quién tiene el oro, hace las reglas”
Hicieron creer a nuestros antepasados que cualquiera de ellos podía llegar a lo más alto si se esforzaba lo suficiente y que nadie tenía necesidad de renunciar a nada, que podía tenerlo todo en cómodos plazos.
Y así funcionaron durante unas pocas generaciones: el consumo, corazón de esta economía, hacía moverse al mundo. El dinero circulaba a velocidad electrónica sin tener tiempo de detenerse entre el ingreso en nómina y el pago de las facturas que constituían el catálogo de bienes y servicios de cada individuo.
Nadie se planteaba abiertamente la cantidad de dinero que realmente se movía y se silenciaba a los pocos que nos advirtieron con sus denuncias de que estábamos cayendo en una trampa y que habían límites a lo que podría producirse. Los descubrimos cuando los bosques desaparecieron, murieron los mares y la tierra fue cubierta de heridas por las que se le extraía la sangre.

Y llegó el día en que cambiaron las reglas.

De una semana para otra declararon una crisis económica global y nos echaron la culpa por haber querido tener más de lo que podíamos permitirnos. Nosotros, como responsables del daño, lo seríamos también de la solución y así comenzaron a quitarnos derechos y privilegios que resultaban insostenibles según sus criterios. Los elementos esenciales para vivir y sobrevivir se encarecieron considerablemente, la comida de verdad se convirtió en un lujo y fue sustituida por papillas y galletas sintéticas cuyo origen no nos atrevemos a conocer. Comenzaron a proliferar toda clase de sustancias adictivas que la incesante publicidad nos impulsaba a probar desde la infancia. La gran mayoría de la gente no tiene suficiente dinero para un sucedáneo de comida diario y aún así ha de comprar los venenos sin los que no puede pasar un solo día.

Las empresas despidieron a millones de personas que se vieron obligadas por sus facturas a aceptar cualquier trabajo a cualquier precio. Trabajos que perdieron una y otra vez hasta que todos los contratos se convirtieron en una esclavitud pactada en la que el amo tiene la potestad de despedir al empleado cuando quiera por otro que resulte más barato o esté menos enfermo.

Los ciudadanos comenzaron a ser llamados consumidores, pero poco consumo podían llevar a cabo los que apenas tienen nada. Las empresas que no lograban beneficios fueron absorbidas una tras otra hasta que todas formaron parte de alguna de las algo más de cuarenta megacorporaciones internacionales que rigen el mundo.
Los directivos comen carne y verduras frescas cada día. Beben agua de botellas con exóticas etiquetas que hablan de lugares donde aún queda algo vivo que no sea un ser humano mientras nosotros y nuestros hijos hacemos cola a la espera de nuestra cara papilla con galletas y bebemos líquidos que nos pudren los dientes.
Ellos disfrutan de avances médicos que les prolongan la vida hasta hacerles prácticamente inmortales mientras nosotros morimos de una simple infección por no poder pagar unos antibióticos.

Paula enfermó. Una mañana de otoño desperté en nuestro jergón empapado del sudor de ella que tiritaba a mi lado. Aún así fue a trabajar porque no podíamos permitirnos perder su empleo mientras le durase y al día siguiente estaba peor. Así nos encontró la Exploradora mientras yo la abrazada para reconfortarla en el patio-aseo para no despertar al resto de consumidores que compartían el suelo del albergue con nosotros. Nos vio y, suavemente, preguntando con una delicadeza nacida de la prudencia, hizo que la examinara uno de sus autosats, como ella los llama. La máquina le informó de algo y ella nos pidió permiso para administrarle un tratamiento.
A la mañana siguiente Paula estaba mucho mejor y se encontraba sana pero débil cuando volvió aquella noche al albergue y nos reunimos con la Exploradora en el rincón discreto -tan discreto como lo permite tanta gente- donde habíamos acordado encontrarnos. Con el mismo protocolo le ofreció un alimento empaquetado que resultó ser una naranja. ¡Una naranja! Una fruta que reconocí por las imágenes de los anuncios desde los que nos mienten diciendo lo que podemos conseguir si nos esforzamos.

Nos vamos con ella para iniciar una nueva vida en su universo. Para comenzar a vivir, según dice Paula con una ilusión que nunca le había conocido.

La Exploradora ha recorrido la ciudad durante días y ha entablado contacto con más consumidores para conocer nuestra sociedad no sabemos de qué manera ya que su aspecto sano y bien alimentado no pasa desapercibido. Pero cada noche nos encontrábamos con ella y nos contaba cosas de su universo que alimentaban la idea que nació en Paula la primera noche que nos habló de su origen: dejar atrás esta jaula y saltar con ella cuando se vaya. Cuando se acercó el momento de su partida la idea ya no podía ser contenida tras nuestros labios. Llévanos contigo, le pedimos. Y ella dijo que sí porque, como es su costumbre, no ofrece nada si no tiene el permiso pero está dispuesta a dar todo lo que se le pida.

Nos iremos esta noche, pero volveremos. Cuando encontremos un lugar donde crecer libres y sanos, donde nuestro trabajo nos proporcione lo que necesitamos, aprendamos y lo tengamos claro regresaremos para hablarle a los consumidores – no, consumidores no: ciudadanos – de esos lugares y de cómo pueden ser las cosas. Intentar que una mañana se levanten y en vez de ir a su alienante trabajo, los que lo tengan, luchen para cambiar el mundo. No para saltar y cambiar este por otro en un universo diferente, sino solo cambiarlo.

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Iglesia

Día 5.

Muy reverenciada Ilustrísima:

Con gran alivio para nuestras almas, El Explorador finalmente se ha marchado.

En honor de la verdad hemos de decir que, pese a ser un descreído, cumplió su palabra y no se dejó ver por el vulgo evitando que se diese lugar a muchas situaciones y dudas indeseables entre ellos. Es de agradecer a Nuestro Señor pues habría puesto a prueba la supremacía de nuestra Fe para impedírselo de haber deseado hacer lo contrario, tal era el poder de los ingenios mecánicos que le arropaban.

Entre las blasfemias que nos confió aseguraba venir de otro mundo habitado por personas como nosotros que, salvo algunas excepciones, no son tan escrupulosas en su cumplimiento de las leyes de la Iglesia. En ese supuesto mundo la Fe es una cuestión que queda a voluntad de los individuos y no una verdad impuesta para salvación de todos los hombres. Para mayor afrenta, los creyentes pueden depositar su Fe en religiones distintas a la Única y Verdadera.

Según sus palabras, en su mundo -que no puede ser otro que una parte del infierno dado que las Escrituras indican que Dios creó la Tierra y a todas sus criaturas y no hablan de ninguna otra- las ciencias no están perseguidas e incluso se alientan las investigaciones en diversos campos que aquí, gracias al Señor, son considerados brujerías. Estos estudios impíos no se encuentran reservados a los eruditos entrenados en discernir entre la palabra de Dios y las mentiras del diablo sino que están al alcance y disposición de cualquier hombre, mujer o niño y han permitido, entre muchas otras irreverencias, la creación de las máquinas que le acompañaban y que sin duda son espíritus malignos embutidos en formas metálicas que muestran los fuegos del averno por los resquicios de su estructura.

En su mundo irreverente las mujeres son las iguales de los hombres y cuentan con sus mismos derechos y obligaciones, pudiendo ejercer cualquier oficio de los que están reservados al género masculino. Este distanciamiento del orden natural de las cosas, obviando que la mujer es la causa del pecado original, es una prueba más de que la abominable sociedad de la que dice venir no es sino el abismo a donde van las almas pecadoras.

No terminan ahí los actos de su pueblo contra la voluntad divina ya que con total impunidad se arrogan el papel de Nuestro Señor Jesucristo sanando a los enfermos y transformando la naturaleza de Sus divinas creaciones como sólo lo harían impíos nigromantes y alquimistas.

La lista de perversiones es extensa y nuestros escribas están llevando a cabo una transcripción de las conversaciones que mantuvimos con el extranjero con el fin de que Su Ilustrísima, y todo aquel a quien Tenga a bien comunicar, tenga conocimiento de a qué se enfrentaría en caso de que él, u otro como él, se presentase en los dominios dedicados a Nuestro Señor. He ordenado que todo escriba ha de permanecer en recogida oración durante un día completo antes y después de abordar tan ingrata pero necesaria tarea.

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¿Bancos?

-¡Mentira!
– ¡Mi padre no miente!
– Pues mientes tú.
– ¡No es mentira!
– Nadie tiene tanto dinero. No podría gastarlo.
– Que sí. Que el Explorador se lo contó a mi padre.
– Vi al Explorador. Parecía un hombre normal pero llevaba unos aparatos que le seguían.
– Cómo molaban. Se llamaban autosats y sólo eran algunos de los que se trajo. Los otros estaban volando por todo el mundo mirando cosas. Yo vi uno muy de cerca y era una pasada.
– ¿De dónde los sacó?
– Los trajo de su planeta. Es como este pero distinto.
– ¿Y dice que allí la gente puede tener todo lo que quiera?
– Síii. Todos pueden tener todo lo que quieran.
– Pero si todos tienen todo lo que quieren, no habrá para todos.
– Nooo. Todos pueden, pero sólo algunos pueden tenerlo todo.
– ¿Y el resto no tiene nada?
– No sé. Supongo que no porque, si uno lo tiene todo, no queda para los otros.
– ¿Para qué quiere alguien todo si no lo podrá usar?
– No sé. Estarán locos o serán como los niños pequeños. Mi hermanito quiere coger todo lo que ve.
– Pero no se puede tener todo. Hay leyes para que la gente no tenga más de lo que puede gastar. O habría gente que no tendría nada.
– En su planeta es distinto y no hay esas leñes que ten…
– Leyes, tonto.
– Tonto tú. Esas le-yes. Que tenemos nosotros.
– Mi padre las llama “patrimonio máximo”. Y dice que son muy buenas porque así el dinero se gasta en mejorar cosas y todos tienen cosas mejores. ¿Para qué quieren tener mucho si se morirán antes de gastarlo?
– Es que allí se lo pueden dar a sus hijos. Lo meten todo en unos edificios especiales que se llaman bancos y, cuando se mueren, se lo dan a sus hijos.
– Que noooo. No pueden hacer eso. A los hijos les dan un poco y lo demás se reparte. ¿Bancos? Qué tontería.
– ¡Bobo! Eso es aquí. En el planeta del explorador no funciona igual.
– Están locos.
– Eso dice mi padre. Y el Explorador le dice que sí, que están locos.

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Bosque

I – Llegada.

Lo primero que me llamó la atención al atravesar el portal a Tierra 388 es que no se veía ningún edificio desde el parque o bosque -la primera impresión no lo dejaba muy claro- en el que me encontraba.

Al principio pensé que estaba en alguna aldea o en un mundo escasamente poblado, pero pronto empezaron a llegarme las lecturas de los autosats y pude comprobar que el planeta tenía suficientes habitantes como para rivalizar con nuestra Tierra y con una distribución similar (ver anexo 1).

De hecho comencé a ver a algunos viandantes que, solos o en grupos, circulaban por los cuidados caminos y que dispararon la respuesta del mimet para imitar sus ropas.

No se escuchaba ruido de tráfico por ningún sitio y el aire estaba limpio incluso para tratarse de un bosque o similar. El propio entorno me tenía desconcertado porque se podía pensar en un bosque por su extensión, pero la ordenación y cuidado le señalaban como parque o jardín. Nuevamente los autosats me mostraron que, al parecer, todo el continente tenía un aspecto similar aunque con extensas zonas agrestes y las diferencias esperables en distintas condiciones geográficas y climáticas (ver anexo 2).

Al cabo de unos pocos minutos, cuando el programa consideró que mi aspecto se asemejaba al de los individuos que pasaban, decidí seguirles.

II – Contacto.

Permanecí sentado en un banco unas pocas horas mientras animales y personas circulaban a mi alrededor. Esto me permitió comprobar más de cerca, y sin que se sintiesen amenazados, que el idioma de los lugareños no revestía prácticamente ninguna diferencia con el nuestro y que pasaba desapercibido gracias al aspecto que los mimets me habían proporcionado. Observé que todos los individuos con los que me encontré pertenecían a la misma raza. Los autosat me confirmaron que la distribución por razas estaba claramente delimitada según la región geográfica y que el mestizaje sólo era frecuente en las fronteras de dos o más de estas zonas.

Mi pasividad terminó cuando un par de ancianos que llevaban un rato sentados en mi mismo banco, quizá movidos por el aburrimiento, se dirigieron a mí.

Tras unos momentos en los que mis evasivas se hicieron evidentes pero que me permitieron comprobar el carácter abierto y amistoso de mis interlocutores, tomé la decisión de hablarles de mi misión haciéndoles saber que venía de otro universo. Consideré que, dada la falta de información, los beneficios superaban a los riesgos de contarles que estaba recogiendo impresiones para escribir una novela en el que, quizá, fuese un mundo donde la ficción estuviese prohibida.

Por fortuna no me equivoqué al juzgar el carácter de estos ancianos y, puede que porque me creyesen o porque pensasen haber encontrado un loco no peligroso que les proporcionaría un poco de diversión, me siguieron la corriente. De esta forma pude comenzar a preguntarles sobre los temas que me interesaban a cambio de corresponderles saciando su curiosidad.

III – Situación.

Esta realidad posee los rasgos socio-político-económicos más frecuentes entre los mundos que no han descubierto el salto entre universos -limitados, por tanto, a sus propias motivaciones y descubrimientos- y que se resumen en lo que conocemos como Tierra 0 (ver anexo 3).

La principal diferencia de este mundo con el resto es debida, según colegí de la información obtenida, a una ley internacional denominada Tratado de Aral.

Dicho tratado impone que toda actividad o maquinaria producida por el hombre ha de estar exenta de impacto ambiental.

Esto no es posible por razones evidentes, por lo que su aplicación consiste en intentar que el impacto sea el menor posible y que los procesos preserven al máximo el equilibrio ecológico.

La observancia de este tratado -promulgado un siglo atrás a partir de una serie de desastres ecológicos- es llevada a cabo mediante comités que evalúan las nuevas circunstancias que vayan surgiendo -principalmente nuevas tecnologías y procesos industriales- para determinar su viabilidad y los niveles aceptables de aplicación, así como las acciones complementarias que los responsables de la actividad deberán realizar para anular el desequilibrio.

La consecuencia de esto es que muchas tecnologías han avanzado muy lentamente con respecto a la de otros mundos (ver tabla 1).

Debido a esto la industria ha seguido caminos muy diferentes a los comunes en el multiverso. La producción es más artesanal, menos contaminante y con materias primas altamente renovables. Se busca la durabilidad de los productos obtenidos, lo que en cierta medida afecta a la innovación y ha motivado que el consumo se centre sobre todo en artículos de necesidad. Con frecuencia los artículos se producen bajo pedido, por lo que no existen stocks de productos.

La dedicación a la investigación es muy importante y en los últimos tiempos se está obteniendo un crecimiento exponencial de descubrimientos -siempre respetuosos con el tratado- que equiparan el nivel tecnológico con el de la mayoría de los mundos sin salto (ver anexo 4).

La población habita en edificios autosuficientes en requerimientos energéticos, con gran eficiencia en el reciclado de desechos y perfectamente integrados con el entorno. Con todo, quizá resulten más confortables que la media de todos los mundos conocidos (ver anexo 5).

El porcentaje de desempleo entre la población es muy bajo ya que las empresas requieren más empleados que sus equivalentes mecanizadas y gran parte de la población está dedicada a la producción agrícola (ver tabla 2).

El tratamiento de residuos biodegradables es una importante industria de la que se obtienen gran cantidad de productos y energía. Los no biodegradables son completamente reciclados.

Los transportes, impedidos del uso del motor de explosión, no han experimentado un desarrollo importante hasta nuevos descubrimientos realizados en fechas bastante recientes, lo que explica, entre otras cosas, el bajo nivel de mestizaje que mencioné antes. Estos descubrimientos están referidos a fuentes de energía renovables -muy avanzados si comparamos con otros mundos- pero todavía cuentan con fuertes limitaciones por falta de materiales que se obtendrían a través de la minería y los derivados del petróleo, estando ambos muy restringidos por sus efectos en el ecosistema. Los transportes de largo recorrido son muy similares a trenes y barcos mientras que los aéreos consisten en zepelines de alta eficiencia. Los de corto recorrido prácticamente no se utilizan reservándose principalmente para las urgencias o para usos muy concretos. Incluso las bicicletas cuentan con pocos usuarios estando su uso reservado a aquellos que requieren desplazarse ciertas distancias y/o con prontitud, como personal médico.

Según información que no pude comprobar, un campo en el que este mundo está muy avanzado respecto a la mayoría es la biociencia. Además de unos profundos conocimientos ambientales, médicos, veterinarios y botánicos, a partir de la manipulación genética de seres vegetales se obtienen gran cantidad de artículos de uso cotidiano que en otros mundos están reservados a la electricidad y electrónica. Así, la iluminación artificial está fundamentada en plantas bioluminiscentes, epifitas en el caso de las ubicadas en los hogares y arbóreas en zonas comunes exteriores. Otras plantas proporcionan aire climatizado, conservación de los alimentos, conducción de fluidos líquidos (tuberías)… En la mayoría de los casos se emplean plantas vivas que actúan en simbiosis obteniendo lo necesario de la propia función a la que están destinadas (ver anexo 6). La industria farmacéutica consiste en campos aislados donde se cultivan la mayor parte de los fármacos que no son de origen bacteriológico.

Todos estos seres modificados están confinados en los espacios ocupados por los humanos sin permitir que interfieran en los ecosistemas naturales.

Según la información obtenida y cotejando con la base de datos, la gente básicamente tiene los mismos problemas económicos que suelen afligir a los mundos, similares disputas sociales y, en general, el día a día es equiparable a lo que conocemos con la diferencia de que no existen regiones que padezcan hambrunas y que la población goza de mejor salud, al igual que el planeta (ver anexos 7 y en adelante).

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  • Índice

    1- Alterra 388    Bosque
    2- Alterra 125    ¿Bancos?
    3- Alterra 1302  Iglesia
    4- Alterra 155    Jaula